Sobre la nieve y el hielo del volcán Copahue, el fuerte vehículo oruga nos permitió realizar un paseo distinto y un regreso especial para esquiadores avezados.
En el
centro de esquí de Caviahue encontramos gran movimiento, mucho colorido y medios de elevación muy concurridos; estábamos en plena temporada. A 1.650 metros de altura, los cerros vecinos brillaban a todo blanco. En un costado, nos llamó la atención un vehículo oruga estacionado y nos acercamos para sacar fotos. Grande fue la emoción cuando supimos que habitualmente realiza una excursión no tradicional: trepa hasta el cráter del volcán Copahue, a 8 kilómetros de la base del cerro. Afortunadamente, faltaban sólo unos minutos para que saliera y decidimos acoplarnos al grupo.
El volcán al que ascenderíamos está a 2.458 m.s.n.m.; el desnivel de casi 800 metros lo venceríamos con la fuerza del camión. El vehículo está compuesto por una unidad motora y otra enganchada a la primera, a la cual transmite tracción para su agarre. Ambas tienen una doble oruga que reemplaza las cubiertas. Como estas, también son de caucho. Los pasajeros nos fuimos ubicando en la parte posterior en asientos acolchados y, una vez observados todos los detalles de seguridad, partimos lentamente. Tiene cierta similitud con un camión de unidad militar. Un fuerte portazo y el arranque del motor marcaron la partida.
Trepando
Nos despedimos de la base tomando por un sendero entre araucarias. Confitería y esquiadores se veían cada vez más minúsculos. Adrián Arias se presentó como chofer y guía a cargo del vehículo. Fue buscando los sitios más adecuados para ganarle a la pendiente; a veces la subida era empinada y el camión se exigía a fondo. El ruido del motor y el crujido de las orugas en la nieve son los únicos sonidos imperantes. Pasamos por la estación 2, zona intermedia alta con sus pistas rojas. Bosques de araucarias.
A los quince minutos, pasamos por el Anfiteatro, ya sobre la ladera del volcán. En algunos momentos el camión se inclinaba hacia un costado y sólo deseábamos volver a la horizontalidad. Sorteamos unas piedras enormes y eso dio más emoción al viaje. El vehículo está preparado para parar en cualquier lugar, aun en pendiente, y puede volver a iniciar la marcha como si estuviera en el llano. A medida que ascendíamos, el viento produjo arabescos con la nieve que volaba.
En las alturas
A los lejos, los más altos volcanes de la provincia del Neuquén, el Domuyo y el Tromen, mostraban su majestuosidad. El camión, cortando el hielo, realizó dos maniobras y avanzó como si nada por donde la nieve se oponía a nuestro paso. La velocidad era de medio kilómetro por hora. En un punto, no se pudo avanzar más; estábamos muy cerca de la boca del volcán e hicimos lo que quedaba caminando. Una vista en 180° grados nos mostró el lago Caviahue, volcanes chilenos, el pueblo de
Copahue tapado por la nieve y la inmensidad de la montaña por donde habíamos llegado.
Caminamos lentamente con ayuda de bastones sobre la nieve. En fila india y callados, llegamos a la costa de la laguna del cráter. Nos recibió un fuerte olor que nos hizo arder la garganta.
Como agua para remedio
“Aquí la concentración de azufre es muy alta y tiene las mismas propiedades medicinales que como se ofrece en Copahue, donde se presenta aligerado para su utilización. No existe conexión interna entre esta laguna y las aguas surgentes de Copahue.” Excelente explicación por parte de Adrián. Recuperados del pequeño esfuerzo, Adrián hizo referencia a la erupción del año 2002 que cambió la fisonomía del lugar. “Antes, se podía descender hacia la laguna por vía de cuerdas y la gente se bañaba en sus aguas. Las cenizas taponaron ese ingreso.” Este volcán, al ser abierto en su parte superior, es menos peligroso que otros que no tienen chimenea.
Contemplamos las paredes de basalto y un glaciar de unos 50 metros de altura. Nos impresionó el color verde de la laguna, líquido espeso que vemos desde lejos. Con sorpresa observamos que parte del grupo había llevado su equipo de esquí y se aprestaba a iniciar el descenso desde ese mismo punto. Sortearon una primera pendiente bastante pronunciada y luego, con un elegante slalom, fueron disfrutando de este fuera de pista hasta conectar más abajo con el centro de esquí.
Regresando de la aventura
Otra vez en el vehículo, descendimos y otro escenario se presentó ante nuestra vista. Entre el rugido del motor y los corcoveos, pasamos por una estación sismológica que detecta movimientos internos de la montaña y que anticipa la actividad volcánica. Todo normal. Adrián dijo que “el vehículo es fuertísimo y está preparado para maniobras mucho más difíciles y de rescate. Pero cuando sale con pasajeros, se toman todos los recaudos por motivos de seguridad”. De esa manera regresamos a la base y el vehículo y sus orugas nos dijeron “hasta pronto”. Se trata de un paseo para quienes admiran la montaña de forma contemplativa, pero también para aquellos que, teniendo buen nivel de esquí, deseen realizar una experiencia distinta sobre pistas vírgenes.