Cruzamos los Andes a bordo de un gomón que nos condujo a través de la selva valdiviana. Rápidos, remansos y divertidos momentos en familia se adueñaron del tiempo.
Un día hermoso y las ganas de conectarnos con la naturaleza valdiviana nos llevó a realizar el rafting por el río Hua Hum. Con el transcurrir de las horas, descubrimos que esta actividad abarcaría mucho más que eso, ya que los vertiginosos rápidos, sumados a la increíble posibilidad de disfrutarlo en familia, nos dejarían hermosos recuerdos. El escenario para la aventura se encuentra a 30 kilómetros de San Martín de los Andes, en un entorno espectacular donde corre el Hua Hum, río encajonado de aguas lechosas color turquesa, típicas de deshielo, que va hacia Chile y desemboca con otro nombre en el océano Pacífico. Nos trasladamos en el transfer de la agencia de turismo hasta Hua Hum –“agujero en el cielo” en voz mapuche– dando comienzo a la excursión. En el trayecto fuimos observando los cambios de la vegetación que nos circundaba. Pasamos del bosque andino patagónico a una zona más perenne y brillante, que se caracteriza por la cantidad de precipitaciones que caen a lo largo del año, conocida con el nombre de selva valdiviana.
Estábamos a punto de realizar el cruce de los Andes a bordo de una balsa de doble proa timoneada por expertos remeros que nos conducirían por rápidos, remansos de aguas termales y todo el esplendor de la naturaleza. José Luis –nuestro guía– aprovechó el momento de concentración para relatarnos lo que estábamos a punto de realizar. “El rafting es un deporte de equipo, en el que todos los tripulantes de la balsa reman y orientan su peso de manera coordinada para recorrer los rápidos y mantenerse a flote. El número estándar de personas que sube a una barca va de seis a ocho, según su tamaño.” Tranquilizándonos, nos contó que conoce cada detalle del río y que él mismo dirigiría los movimientos de la embarcación. Abordamos esta corriente fluvial a la salida del lago Nonthué. Llegamos. Divisamos un añejo muelle de madera y nos dirigimos hacia él. Parados sobre los rústicos tablones observamos las cristalinas y calmas aguas del lago. La cordillera de los Andes, reflejada sobre ellas como en un espejo, brindaba el marco ideal para reposar los sentidos. El llamado de nuestro guía suspendió el momento de contemplación. Teníamos que escuchar la charla de seguridad. Una “clínica” de cinco minutos fue suficiente para que aprendiéramos las órdenes de mando y de esa manera conducir la embarcación hacia donde José Luis nos indicara. Fuimos provistos de chalecos salvavidas, remos y chaquetas secas. Al presentar un grado de dificultad entre II y III, no era necesario llevar casco de seguridad. Además, las balsas que nos transportarían se encuentran homologadas por Prefectura Nacional, contando con bolsas de rescate ante una eventual caída. Zarpamos. Dejamos atrás el Nonthué y en escasos minutos estábamos sobre las aguas del Hua Hum. “La morfología de este río hace que no tenga ningún efecto hidráulico que absorba hacia abajo, o que te deje retenido en el fondo. Además, en los lugares donde hay piedras es muy difícil impactar fuertemente” –explicó nuestro guía– “por lo que se transforma en un torrente ideal para disfrutar el rafting en familia, ya que prácticamente no presenta ningún tipo de riesgos” –agregó. El Hua Hum, sus aguas color turquesa o esmeralda, el verde profundo que nos circundaba, son imágenes que conservaremos para siempre. En cada curva que se presentaba, el río era distinto. Poco a poco nos fuimos internando entre los escarpados acantilados. Respiramos tranquilidad. Coihues, arrayanes, helechos, hojas de nalca, aljabas, ñires y lengas parecían multiplicarse por doquier en cada metro recorrido. Casi sin darnos cuenta pasamos frente al hito que marca el límite con el vecino país. En los ocho kilómetros que dura el recorrido, atravesamos un total de cinco rápidos y cuatro correderas. El rápido de la terma fue el más lindo. Allí descendimos a nadar un poco. Los juegos en el agua, salpicones, giros, saltos y los gritos del grupo, transformaron la calma del lugar en una divertidísima experiencia grupal. La voz de nuestro guía indicó que debíamos continuar. Patitos de los torrentes, garzas y un martín pescador nos saludaron en nuestro paso. Pronto pasamos por el rápido de la cabeza del indio y, unos kilómetros más adelante, por la piedra tumbadora, donde la adrenalina llegó a su punto culminante. Contentos, atravesamos el encajonado camino natural hasta el final del recorrido, tres kilómetros antes de llegar al lago Pirihueico, en Chile. El grupo llegó sano y salvo y los hurras se repitieron incesantemente. Desarmamos la balsa en un santiamén y pronto emprendimos el retorno a San Martín de los Andes, previo paso por la aduana y migraciones para efectuar los trámites correspondientes. El día continuaba espléndido y la gente estaba más que satisfecha por la experiencia vivida. Mientras tanto, el río Hua-Hum continuó su solitario curso hasta desembocar en una sucesión de ríos y lagos, pasando por el río Calle-Calle de la ciudad de Valdivia, para finalmente culminar en las infinitas aguas del océano Pacífico. Hua-Hum en la Patagonia es, sin lugar a dudas, sinónimo de rafting y aventura.